14.2.12

Pasionata


La he hecho mía de todas las maneras en que conozco y he podido; con mis labios, mis manos, el hacerla vibrar con cualquier objeto me emociona, todo mi cuerpo en general se ha fundido con ella y se ha estremecido, yo igual al escuchar sus dulces sonidos, solo de recordar me deleito aún.

Fue una de las primeras cosas que escuche cuando nací. La conocí por mi madre, que iba a saber ella lo que años después esa presentación desencadenaría en mí.

Durante años estuvo allí para mí sin que le diera mucha importancia, sólo era otra más, pero que sabía yo si era un niño aún. Pero pronto fui mayor y empecé a desear hacerla mía, el solo oírla encendía algo en mí.

Mi primera vez fue una tarde de verano, calurosa como suelen ser. Estaba sólo en casa cuando un deseo irrefrenable vino a mí y no pude contenerme, me acerque con cautela al piano de la sala en donde reposaba tranquila, en silencio. De mis torpes labios surgió todo, poco a poco igual de torpes se le unieron mis manos, comenzó la carrera de mis dedos, observaba que con cada nuevo roce, despertaba una sensación diferente, en mi y en ella, yo estaba temeroso de que mi inexperiencia provocará una ruptura en esa sesión, pero sólo se dejaba llevar por mis manos, involucrando poco a poco cada centímetro de mi cuerpo, ella respondiendo a veces sutil, a veces un poco más apasionada, una vez que fuimos uno solo, encontré el ritmo adecuado, mientras ella emitía los sonidos más excitantes que había oído en mi vida, que me instaban a continuar y no me detuve, en cambio empecé a aumentar el ritmo violentamente, me movía frenéticamente dejándome llevar. De pronto sentí un escalofrió recorriendo mi espalda, llegando a mi cerebro, paralizándome completamente y explote. Termine jadeando, cubierto en sudor... solo susurró algo más y se fue.

Al paso del tiempo se me fueron presentado otras amantes pero ninguna tan seductora y bella como ella, algunas quisieron suplantar su lugar, en algún momento le di la oportunidad a otras , pero no pude desprenderme, nadie comprendía que se había convertido ya en mi razón de vivir, no entendían que nada ni nadie harían que me distanciar de esa pasión que no se extinguía y que en cada roce y en cada instante, cada compas y cada tiempo en silencio se revivía ese deseo irrefrenable, como en aquella tarde de verano cuando la hice mía por primera vez.

Entonces me dedique de lleno a ella, no me importaba que otros también la poseyeran, después de todo así había sido siempre… han pasado ya muchos años y sigue a mi lado en momentos de alegría y en los de más profunda tristeza, me ayuda a expresarme e interpreto a través de ella, lo que pienso y lo que soy y de entre todas las que he conocido la mejor amante ha sido siempre tan cambiante y tan constante… siempre mía y yo de ella… la música...

Leyand/Einun